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Historia
del Centro de Consignatarios de Productos del País |
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Noventa
años al servicio de la actividad consignataria |
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La actividad consignataria, cuyo origen se remonta a la
década de 1860, vio la necesidad de agruparse a principios
de el siglo XX, recientemente terminado. La unión de los consignatarios
no fue concebida con fines meramente financieros. Al decir
de sus principales propulsores, se hacía necesaria una unión
"espiritual, práctica y activa, que nos presente como una
fuerza armónica, fuerte y sobre todo disciplinada en la acción".
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En ese entonces en el país aún se sentían los ecos del Centenario,
y la clase política veía con recelo la reforma emprendida
por el presidente Saenz Peña. Nuestra actividad sufría los
embates del individualismo, en un negocio en que muchos aprovechaban
esta situación y fomentaban la desunión. La consignación era
no sólo de vacunos, como lo es actualmente, sino que abarcaba
un amplio espectro que iba desde la lana hasta la pluma de
avestruz. De hecho, en aquellos tiempos era el sector lanero
el que mantenía la dinámica del sistema.
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Nicolás Calvo, uno de los fundadores del Centro y ex presidente
del mismo, cuenta en 1923, dos años antes de morir, sus recuerdos
a las nuevas generaciones:
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"Cuando
fundé mi casa tenía 25 años [1890] y caí a Mataderos, (que entonces
se encontraba donde esta actualmente el Parque de los Patricios),
como del cielo. Fui con todo entusiasmo para implantar lo que
entonces era una gran novedad: el remate de las haciendas que
me consignaban. La opinión general era que no prosperaría, mas
con el tiempo se impuso, y actualmente vivimos en paz los que
quieren el remate y los que prefieren la venta particular, no
siendo así en aquella época en que se le hacía mucha oposición;
pero después comprendieron que era perfectamente factible, la
práctica de los dos sistemas.
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La forma en que se vendía entonces no era por animal, sino al
tanto de carne y sebo a los matarifes, vendiéndose el cuero
y las menudencias, o sea cola, patas, etc. a otros comerciantes.
Las tropas de entonces se componían casi siempre, de 250 a 300
cabezas y venían casi todas por arreo, aunque fuera de 80 o
100 leguas de distancia, llegando a plaza después de 10 o 15
días de viaje, como si recién hubieran salido de las estancias,
debido a los capataces quienes tenían gran empeño y amor propio,
en presentar bien sus tropas, lo que no sucede hoy. Es cierto
que entonces todos eran campos grandes y a ningún estanciero
se le ocurría rehusar campo o agua a las tropas en viaje. Los
más tacaños mandaban más peones para ayudar a los troperos para
que demoraran menos tiempo dentro de los alambrados. Los precios
de entonces si eran bajos. Se liquidaron las vacas de Peña de
las "Tres Bolas" en Balcarce, desde $ 4.00 a $ 8.00 cada una,
vacas gordas que podían comprar en $18.00 a $30.00; terneros,
desde $ 3.00 a $ 9.00 y los novillos de $30.00 a $ 50.00. Generalmente
se dividía la tropa en tres partes, lo más gordos, en dos lotes
grandes y después lote de desecho que se vendía por casi nada.
Cuando principié yo vendiendo el animal en pié, los abastecedores
se oponían no estando acostumbrados, pero una vez que vieron
que sacando los cueros con cuidado conseguían mayor precio,
quisieron que todos los consignatarios vendiesen de la misma
manera que es como se hace hoy. En proporción a los precios
la variación de estos era aún mayor a los de hoy.
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El día
que entraban tres mil cabezas la plaza quedaba abarrota, y si
seguía unos cuantos días esta entrada, la única salvación eran
los saladeros de los Roca y los Repetto, quienes venían y elegían
a su gusto, los novillos que querían comprar. Las tropas de
hacienda venían de la Tablada, después de revisarse, en lo que
se llamaba la plazoleta, que era un gran hueco frente a lo que
hoy es la Iglesia de Nueva Pompeya, entrando por la calle de
la Arena, única empedrada en aquella época y rodeado por terrenos
bajos, que en tiempo lluvioso eran pantanos bastantes profundos.
Los Consignatarios iban a buscar sus tropas y orgullo era ir
bien montados, no viéndose hoy los caballos tan bien amansados
y lindos de aquellos tiempos. Las yeguadas eran muchas en las
estancias, los caballos valían poco y los estancieros tenían
placer en que un animal sobresaliente de su marca se luciera
y son muchos los lindos caballos que he recibido de regalo de
mis clientes y lo mismo sucedía a mis colegas"
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Había
varios mercados donde se comercializaban los productos, y era
necesario uniformar los criterios en todos ellos y contar con
personal especializado para evitar diferencias en distintos
aspectos del proceso productivo, que aun hoy, con todos los
avances de la tecnología a nuestro favor, suelen afectarnos.
La recepción, el pesaje, las descargas, los conflictos judiciales
con los ferrocarriles y todos los problemas administrativos,
debían ser controlados por cada una de las Casas consignatarias.
Algunos obtenían beneficios por los volúmenes que operaban,
pero eran los menos. En general, los consignatarios debían pelear
a brazo partido contra estos inconvenientes, no pudiendo realizar
proyectos a largo plazo, por estar inmersos en los problemas
cotidianos. Era necesario, además, evitar una tendencia hacia
la indiferencia sobre los problemas colectivos, que entonces
afectaban seriamente a la actividad.
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Surgió
así la idea de conformar el gremio, para destrabar muchas operaciones
y lograr soluciones que beneficiaran a todos por igual. Con
estos objetivos se reunió el 8 de agosto de 1912, en la antigua
sede de la Sociedad Rural Argentina, un nutrido número de consignatarios
que aprobaron por unanimidad el Acta que reproducimos:
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" Los infrascriptos,
pertenecientes todos del gremio de Consignatarios convienen
en este acto declarar, como lo hacen, constituido el ´Centro
de Consignatarios´ y en prueba de su adhesión, suscriben la
presente acta. Los mismos, previa elección y por mayoría, acuerdan
y así lo otorgan, nombrar una Comisión Directiva compuesta de
nueve miembros, los mismos que se designan a continuación: Jorge
M. Méndez, Agustín Pegasano, Domingo Salaberry, Juan Lalor,
Enrique Santamarina, Antonio Crouzel, Mariano Agüero, Víctor
Castaños, Antonio Lanusse, para que proyecten los Estatutos
que han de regir a la nueva institución, recibiendo los proyectos,
oyendo las ideas e indicaciones escritas de los colegas, y sometiéndolas
después a una Asamblea que convocarán a tal efecto. Se deja
constancia que con este motivo se autoriza a la Comisión nombrada
para utilizar los servicios de un letrado, que dé forma legal
a los Estatutos proyectados. Con lo que se cerró el acto en
la sede de la Sociedad Rural Argentina, a dos de agosto de mil
novecientos doce. Adicional. A esta altura la Asamblea resuelve
conferir amplias facultades a la Comisión Directiva nombrada
para el mejor desempeño de su mandato. Firmas: Ojea García y
Cía., José E. Genta e Hijo, Gioja, Etchart y Patrón, Méndez
Hnos. y Cía., p. Suc. de Martín Yraizos, Francisco Fernández,
p.p. Juan Lalor, V. Nicolau, Roch, F. Boudieu (h), Juan Chapar
y Cía., M. D. Urquiola, Estrugamou y Cía., Beltrán Sansot, S.
Abello y Cía., Noguera y Avalos, Bayona y Ferrazini, Bargo,
Lascurain y Etchegaray, A. Pegasano y Podestá, Antonio Ojea
y Madariaga, Dubos y Rivera Ocantos, M. Otaegui y Cía., Tomás
Devoto y Cía., Juan Bayona, Bellocq e Hita, p. Gibson Hnos.,
Tabacco Hnos. y Cía, p. José de los Santos, S. Casouron, Rafael
Reyes, Ignacio Goñi e hijos, Juan Elordy y Cía., F. B. Arzeno
y Hnos., p.p. Martínez de Hoz Hnos., Bidart y Errecalde, Juan
Apheca y Cía., José Luis Alvarez, Angel Velaz y Cía., A. Crouzel,
Santiago Macchiavello, Pedro Estrugamou y Cía., p.a. Gabino
Rodríguez, D. Goñi, F. Gay y Cía., p. Martín Silvano, F. Ballneuvecourt,
Palacios Hnos., Alberto Bieule, S. G. García Anido, Sebastián
Palau y Cía., Chillado Hnos. y Cía., p.p. M. Parera Martí, A.
Parera Muñoz, J.M. Méndez y Cía, Serantes, Caimi y Cía., Salaberry
y Bercetche, Orcoyen, Castaños y Cía., Cucullu y Cavo "
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Integrada
por los más importantes consignatarios de entonces, la Comisión
Provisoria, tuvo la fundamental tarea de evaluar la situación
y las posibilidades de conformar el Centro, y rindió cuentas
el 26 de noviembre de ese mismo año. El procedimiento seguido
fue el de enviar una encuesta a cada uno de los consignatarios
que tuvo amplia recepción. De resultas de dicha encuesta se
delinearon los principios rectores del Centro, que tendría como
objetivo fundamental flexibilizar la relación entre sus asociados
y las empresas de transporte, los mercados, los compradores,
los remitentes, los poderes públicos y la clase trabajadora.
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Se
planteó el tema del financiamiento como de vital importancia.
Tres formas se vislumbraban: la contribución de un tanto por
carga subvencionado por el comitente de la misma, la cuota mensual
y la suscripción de acciones por un valor determinado destinadas
a formar un fondo social. A estudiar las tres posibilidades
se abocó la comisión. Rápidamente se dejaron de lado las dos
primeras alternativas. La primera, porque no le pareció decorosa
a los fundadores una solución que implicara que un tercero debía
pagar lo que sólo a los consignatarios le correspondía. Si bien
se consideraba éste un recurso genuino si se contraprestaba
un servicio por ello, no podía ser considerado como capital
fundacional.
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La cuota
mensual tampoco convenció a la comisión, en vista de que dejaba
al Centro en manos de la voluntad del suscriptor que, si bien
en un primer momento podía ser un entusiasta del sistema, los
avatares propios del gremio podían hacer que le fuera imposible
continuar abonando una cuota mensual, dejando al Centro inmovilizado
por falta de recursos. Las distintas contramarchas de la política
económica argentina en el siglo pasado le dieron la razón a
esta tesis.
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Finalmente,
se decidió por la formación de una sociedad anónima por acciones,
sumado a las entradas que las retribuciones de los diferentes
servicios que la sociedad prestare, sea a sus asociados como
al comitente, le produzcan. Las ventajas que este sistema presentaba
eran indudables. No era lo mismo recibir una cuota, que no creaba
obligaciones legales con el Centro, que ser propietario de una
acción, que generaba una deuda para con la sociedad y cuaya
presencia en la Caja de los asociados debía ser siempre motivo
de interés hacia el Centro, despertando su preocupación por
él.
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Además,
era necesario reunir una cantidad de dinero tal, que permitiera
adquirir una sede social propia que generaría no sólo confianza
en la continuidad de la iniciativa, sino la capitalización necesaria
para garantizar a los accionistas el buen manejo de los fondos.
Según el informe presentado por la comisión, adquirir una sede
significaba "echar los cimientos de la unión indestructible
del gremio pués la casa propia improta la supervivencia del
Centro, aun a despecho de nosotros mismos".
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Una vez terminado el informe técnico se leyeron los Estatutos,
también preparados por dicha Comisión, donde se facultaba a
las primeras comisiones directivas con un amplio margen de maniobra
que les permitiera llevar a la práctica sin dificultad los puntos
antedichos. Asimismo, los integrantes de dicha comisión practicaron
el ejemplo y fueron los primeros en suscribir los títulos provisorios
que serían los cimientos de la sociedad.
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El Acta
Nr. 1 del Centro nos dice que el 28 de noviembre fue aprobada
por aclamación, a instancias de Jorge M. Méndez la primera Comisión
Directiva, que sería presidida por Antonio S. Crouzel, secundado
en el cargo de secretario por Mariano F. Agüero, a pesar de
la negativa de ambos a aceptar el honroso cargo. Así, daba comienzo
la vida institucional del Centro de Consignatarios de Productos
del País que hoy, a noventa años de aquel inicio, conserva el
lema de sus inspiradores: "El Centro de Consignatarios para
el gremio, y el gremio para el Centro de Consignatarios".
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Una
vez conformada la Comisión Directiva era necesario organizar
la administración y nombrar las delegaciones en los distintos
mercados y estaciones, donde se había considerado absolutamente
necesaria la presencia de un integrante de la nueva sociedad.
En cuanto al primer tema, trajo el primer debate al Centro.
Gabino Rodríguez, antigüo consignatario con amplia experiencia
en el negocio, sugirió como Gerente al señor Juan B. Echeverría
en una carta fechada el 2 de agosto de 1912, dirigida a su colega
José S. García Anido. La propuesta se basaba en que el candidato
conjugaba juventud y sólidos antecedentes en el conocimiento
del sistema ferroviario, que era el principal problema a solucionar
en ese entonces. Diez días más tarde José Luis Alvarez emite
los mismos comentarios. Sin embargo, algunos consignatarios,
entre ellos Pedro Hita, no estuvieron de acuerdo con la desición,
debido a que Echeverría realizaba un trabajo similar en forma
privada y había tenido algunos desacuerdos con su Casa. También
Jorge M. Méndez estuvo en desacuerdo con el nombramiento, por
considerar la desición apresurada y al candidato de "poco vuelo".
En contraposición Hita y Méndez proponían la candidatura de
Francisco de Souza Martínez.
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Finalmente,
con la abstención de Hita, Echeverría fue nombrado Gerente el
20 de enero de 1913, y continuaría en el cargo hasta que los
obligaran a jubilarse en 1953. Para aceptar el cargo debió abandonar
la representación de 92 casas consignatarias y renunciar a su
título de Procurador. Diez días antes se habían terminado de
conformar las Delegaciones, siendo nombrados: Juan R. Lanusse,
Juan B. de la Canal - que fallecería en julio de ese año, siendo
reemplazado por Melchor Bellini - y Agustín Lizarralde en Mataderos;
Juan Bayona, Carlos Caimi y Bernardo Curutchet en el sector
Lanas del Mercado Central de Frutos; Jacinto Díaz, Andrés Lascurain
y José María Echenique en el sector Cueros del mismo Mercado;
Benjamín Nogueras, Severo Palacios y Tomás Ojea en la Bolsa
de Cereales; y Faraón Delfino, Jacinto Jáuregui y Alejandro
Cascallares en el Mercado de la Tablada. Asimismo, se designó
Asesor Letrado a Angel Sojo,que pronto fue acompañado en la
función por Salvador Oría.
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Así, el Centro de Consignatarios de Productos del País, estaba
preparado para comenzar su historia.
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Fuente: |
Historia del Centro de Consignatarios.
90 años al servicio del Productor Agropecuario.
Centro de Consignatarios de Productos del Pais y Lic.
Juan Cruz Jaime |
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